Se trata de un modelo capaz de alcanzar más de 300 kilómetros por hora en vuelo estable, algo que le permite neutralizar con éxito los drones kamikaze que Rusia lleva meses lanzando contra objetivos civiles y militares.
¿Cómo son los drones militares ucranianos?
Este nuevo dron no solo destaca por su potencia, sino también por su precio: unos 2.000 euros por unidad, una cifra muy baja si se compara con la inversión necesaria para fabricar y mantener los sistemas antiaéreos tradicionales. Hay que tener en cuesta que en la guerra, cada disparo de misil cuesta dinero, y no precisamente poco, por lo que encontrar un equilibrio entre efectividad y ahorro podría cambiar el curso de la batalla.
Según cifras publicadas por Wild Hornets, en apenas dos meses de operación los Sting han conseguido derribar más de 200 objetivos enemigos, entre ellos 78 drones Shahed y 127 Geran, ambos de fabricación iraní y utilizados por Moscú de forma masiva para desgastar las defensas ucranianas.
La clave de los drones Sting está en su diseño cuadricóptero y en la incorporación de una cámara de alta precisión que transmite imágenes en directo a través de gafas de realidad virtual. Los operadores pueden pilotar con gran exactitud, como si estuvieran dentro del dron, lo que les permite detectar y abatir objetivos con una eficacia asombrosa. Al mismo tiempo, su ligereza y agilidad les convierten en un verdadero cazador aéreo, mucho más difícil de interceptar que otros sistemas convencionales.
El éxito de los Sting es también un golpe moral contra Rusia, que hasta ahora había confiado en los Shahed-136 como un arma clave para arrasar ciudades, centrales eléctricas o puestos militares. Sin embargo, este nuevo desarrollo ucraniano demuestra que se puede contrarrestar un ataque masivo con recursos más económicos y, al mismo tiempo, reforzar la confianza en la industria militar local.
Y no es la única novedad, ya que Ucrania, al mismo tiempo, está apostando por la inteligencia artificial como arma decisiva. La empresa Dron ZP ha desarrollado un sistema de defensa antiaérea que combina torretas automatizadas, sensores avanzados y algoritmos basados en redes neuronales. Este dispositivo, capaz de localizar y derribar drones enemigos de manera autónoma, funciona ininterrumpidamente las 24 horas del día y cuenta con conexión por fibra óptica para evitar cualquier intento de interferencia electrónica. En pocas palabras, es un cazador que actúa por sí solo y lo hace más rápido de lo que un ser humano podría reaccionar.
A todo esto se suma el ingenio de algunos inventos casi surrealistas, como la Panzerbike, una moto blindada de cinco toneladas creada a partir de piezas de tanques soviéticos. Este tipo de soluciones, aunque parecen sacadas de una película de ciencia ficción, demuestran hasta qué punto la necesidad está impulsando la creatividad en un país que lucha por su supervivencia.
Rusia, por su parte, también ha recurrido a la tecnología más puntera para mantener la sofocante presión que está ejerciendo sobre Ucrania. Días atrás se confirmó que algunos de sus drones impulsados por inteligencia artificial integran chips de Nvidia Jetson, obtenidos de forma ilegal mediante contrabando y redes de terceros países. Estos procesadores, diseñados originalmente para otros usos, otorgan a los drones rusos un nivel de autonomía y potencia que preocupa.
Si los Sting siguen cumpliendo con lo prometido, podrían convertirse en uno de los mayores símbolos de resistencia ucraniana. Por apenas 2.000 euros, un dron capaz de volar a más de 300 kilómetros por hora está logrando lo que muchos sistemas multimillonarios no han podido: mantener a raya a la maquinaria bélica rusa.