La frustración que sienten algunos de los principales científicos que están dedicando su carrera a la búsqueda de vida inteligente en otros planetas es enorme. Se puede apreciar en sus declaraciones, en sus publicaciones y en sus conclusiones. Un último estudio realizado en la Universidad de UCLA, en Estados Unidos, deja claro que los astrónomos se están impacientando.

¿Estamos solos en el universo?

Ese es el título que le ha puesto Jean-Luc Margot a su investigación, un proyecto que comenzó en el año 2020 y que ha terminado en este mismo 2023. En su ambicioso objetivo de exploración ha analizado más de 11.000 estrellas tan lejanas que se encontraban más allá de nuestro Sistema Solar. Porque lo que saben los astrónomos es que, en el caso de que haya algo ahí fuera, tiene que encontrarse lejos, posiblemente más lejos de lo que se puedan llegar a imaginar.

Pero ni con el estudio de esas miles de estrellas utilizando tecnología avanzada e incluso con la colaboración de los ciudadanos, Margot ha conseguido encontrar nada claro. La búsqueda sigue y, como se puede entender de su estudio, el tiempo apremia.

Así buscan alienígenas en el espacio

El trabajo de este científico ha sido uno de los más ambiciosos que se han llevado a cabo en muchos años. Para ello, ha utilizado el Telescopio de Green Bank, una de las principales herramientas en lo que se refiere al análisis de estrellas y otros cuerpos celestes. La misión que tenía era concentrarse en aquellos objetos de interés que habían sido identificados anteriormente y cuyo estudio podía llegar a descubrir algo realmente valioso. En especial, se puso el principal foco de interés en la búsqueda y análisis de emisiones de radio que pudieran llegar a aportar algún tipo de confirmación.

Para que su trabajo pudiera ser «definitivo» en cuanto a la observación de estas estrellas, se definió un rango de análisis generoso que cubriera los rangos de frecuencia entre 1.15 y 1.73 GHz. Las conclusiones que se sacan de este proyecto es que hay muy pocas estrellas, mínimas, que puedan disponer de un transmisor que sea detectable por la tecnología de detección que se ha utilizado. Eso significa que, en todas esas estrellas, posiblemente no hay ningún extraterrestre que esté enviando señales para que le detectemos. ¿Pero significa que estamos indudablemente solos en el universo? No, los astrónomos no se rinden.

El equipo de Margot ha utilizado algunos recursos que no se habían contemplado en el pasado y que son fruto de la forma en la que la tecnología de observación del espacio está avanzando. Por ejemplo, lo primero que hicieron fue establecer un sistema por el cual las señales emitidas de manera natural por las estrellas quedarían ignoradas. De esa forma el análisis podría ahorrar recursos e ir directamente al grano. Al mismo tiempo, esto es clave porque el tipo de señales que se han buscado solo pueden ser producidas de manera artificial, de manera que si se llega a encontrar una será porque hay alguien que la está generando.

Las estrellas que se buscaron han estado a una distancia de 5.385 años luz en el caso de la más cercana y de 18.173 en el de la más lejana. Para su análisis se realizaron varias sesiones intensivas en las que los responsables del estudio contaron con la colaboración de más de 10.000 personas que pusieron toda su fe y esfuerzo en la búsqueda. Y aunque no se ha encontrado absolutamente nada, dice Margot que lo importante del trabajo que han realizado es que han podido llegar a una conclusión definitiva de que, en las miles de estrellas analizadas, no hay signos de vida. Y si hay vida, no está intentando comunicarse como sí que estamos intentándolo los humanos. Para el científico, una conclusión negativa que sea definitiva es realmente importante porque ayudará a que, en el próximo estudio, se ponga la mirada en otros puntos de la galaxia.

¿Por qué es tan difícil?

Si tantos científicos creen que es fácil que exista vida inteligente en otros lugares del cosmos, la cuestión es saber por qué resulta tan difícil detectarles o ponerse en contacto con ellos. Pero los astrónomos explican que, aunque estemos habituados a enviarnos mensajes a máxima velocidad dentro de la Tierra, las conexiones intergalácticas no son nada parecido. Por ejemplo, cuando se envía una señal desde nuestro planeta hacia Próxima Centauri, el mensaje tardará cuatro años en llegar. Y, si alguien lo recibe, primero tendrá que descifrarlo o intentar entenderlo, y luego emitir una respuesta que tardará otros cuatro años en llegar.

No pensemos que, si una civilización alienígena recibe un saludo de los humanos, vaya a responder de inmediato diciendo lo mismo. Si es una sociedad avanzada, seguro que tienen decenas de procesos burocráticos que cumplir hasta que emitan una respuesta. Así que, debido a ello, los astrónomos recomiendan mucha paciencia. Además, enviar señales no es fácil. Hay que elegir frecuencia y contar con que se emiten de una manera en la que no vayan a ser bloqueadas por distintos elementos del espacio, como la propia atmósfera.

Pero, incluso fracasando en su búsqueda, siempre hay nuevos astrónomos y equipos que están intentando encontrar vida inteligente en otros planetas. Nosotros lo que hacemos, en paralelo, es cruzar los dedos para que, cuando se encuentre, se trate de una sociedad pacífica. Porque imaginar que, después de tanto tiempo buscando, al final es para generar un conflicto, resulta algo de lo más preocupante.

 

Fuente: Phys | adslzone