En otro tiempo, posiblemente no nos habríamos planteado si nuestros padres estaban equivocados. Pero hoy día, con la facilidad que aporta Internet y el acceso que tenemos a estudios científicos, no hay nada que nos lo impida. Y lo cierto es que queríamos saber, ahora que la piscina nos llama cada fin de semana, si teníamos que seguir esperando a que terminase la digestión o no.

Todo viene de la década de los 60

Como te puedes imaginar, la vida, las creencias y el conocimiento científico que tenían las personas en la década de los años 60 era muy distinto al actual. La sociedad, en aquel entonces, era muy inocente. En aquellos tiempos, la Cruz Roja Americana publicó un informe en el cual hacía referencia a cómo era importante no dejar a los niños bañarse después de haber comido. Se cree que esta fue la primera vez en la que el tema se llegó a mencionar. A partir de ahí, los medios del mundo entero replicaron la información y se comenzó a extender.

Pero ya en los años 60, hubo distintos estudios que aseguraron que no había relación entre los calambres en el estómago de los que la Cruz Roja avisaba y el haber comido recientemente. Se hicieron pruebas en las que los participantes comieron en distintos momentos del día y se bañaron después. Gracias a ello se vio que no había ciencia en la recomendación que había hecho la organización. Lo peor que les ocurrió a algunos de los participantes es que sintieron nauseas o la sensación de que la comida les volviera un poco hacia la boca, aunque sin la gravedad del reflujo.

Con el tiempo, la propia Cruz Roja Americana ha actualizado su estudio e información con la intención de intentar paliar el impacto que tuvo lo que habían transmitido en los años 60. Así, en su análisis de «Comer antes de nadar», el cual te dejamos enlazado para que lo puedas consultar, se hace un exhaustivo informe de algunos de los principales estudios científicos elaborados sobre la materia. De esa forma dejan que cada uno saque sus propias conclusiones.

Es un mito

El punto de vista de la Cruz Roja Americana en el año 2013, que es cuando se firmó este trabajo, cambia por completo y dice, entre otras cosas, que no hay pruebas de que comer antes de bañarse esté relacionado con el riesgo de ahogarse. Lo único que aseguran es que sí se ha encontrado relación con sufrir dolor abdominal, nauseas o vómitos, pero nada que pueda llegar a ser tan grave como para provocar la muerte. Al mismo tiempo, se curan en salud diciendo lo siguiente: «Las recomendaciones sobre cantidades, timing y tipo de comida al comer antes de nadar o realizar actividades acuáticas no se puede basar en una evidencia científica».

Y acaban su estudio con la siguiente afirmación que lo deja bastante claro: «La información disponible actualmente sugiere que comer antes de nadar no es un riesgo que contribuya al ahogamiento y puede descartarse por tratarse de un mito».

Otro estudio, en este caso de la International Life Saving Federation, explora las distintas pruebas realizadas a lo largo del tiempo y llega a prácticamente la misma conclusión. Exploran las publicaciones y estudios publicados entre 1960 y 2013 y acaban con la conclusión de que no hay un peligro que esté reconocido ni que resulte relevante. Además, afirman: «No hay estudio, organización médica o de seguridad acuática que recomienden esperar antes de nadar después de comer».

Por lo tanto, y aunque la última palabra siempre la tienen los padres, parece que deberíamos comenzar a abandonar esta práctica que tantos lloros ha causado entre los niños. Sí se advierte de posibles dolores o de nauseas, algo que dependerá de qué se haya comido, en qué volumen y cuándo. Pero no hay muestras que apunten a que exista riesgo de ahogarse por sufrir un calambre estomacal. En cualquier caso, siempre hay que instruir a los niños para que pidan ayuda si llegan a sentirse mal dentro del agua y que, sobre todo, salgan de la piscina lo antes posible.

 

Fuente: Science Focus | adslzone