El cuello de botella es un problema de equilibrio de hardware. Es decir, algo tan sencillo como que la CPU no es capaz de prestar un rendimiento a la altura del resto de componentes, y por lo tanto reduce las prestaciones del conjunto sin permitir que la tarjeta gráfica, por ejemplo, desarrolle todas sus prestaciones posibles. Y se llama así porque, efectivamente, una botella tiene gran capacidad, pero el cuello es más delgado y, por tanto, impide que todo su contenido se libere de forma directa.

Por qué la CPU puede producir el cuello de botella

Se produce cuando el procesador tiene que suministrar datos a otros componentes como, por ejemplo, la tarjeta gráfica. Y cuando el ritmo de solicitud y procesado de la GPU es mayor que el de la CPU, entonces es cuando se produce un cuello de botella y, por tanto, no podemos desarrollar todo el potencial de este segundo componente, la tarjeta gráfica. Si esto ocurre, el componente dependiente de la CPU sufre parones que, evidentemente, se traducen en pérdidas de rendimiento de diferentes formas y consecuencias posibles. Ahora bien, en todo esto el software tiene también un papel protagonista.

Un rendimiento bajo de la CPU puede provocar problemas sobre la tarjeta gráfica. Aunque las prestaciones de la GPU sí permitan la ejecución de videojuegos en calidad extrema, en resolución Full HD por encima de los 60 fps, la CPU puede provocar que no se alcancen estas prestaciones o se produzcan caídas de FPS.

Cómo evitar el cuello de botella

Uno de los componentes al que menos atención suelen prestar los usuarios cuando adquieren hardware para configurar un PC a medida es, precisamente, la placa base. Y es fundamental adquirir una ‘tarjeta madre’ que nos ofrezca versatilidad para la actualización del resto de componentes más adelante. Renovar la tarjeta gráfica por una nueva y de mayores prestaciones es lo más habitual cuando buscamos un mayor rendimiento en videojuegos, y su ciclo de renovación tiende a ser más corto que el de la CPU. Sin embargo, uno de los errores más típicos y que desemboca en un posible cuello de botella es, precisamente, no atender a la CPU cuando corresponde para adquirir una que esté en equilibrio con el resto de componentes.

Podemos evitar el cuello de botella trabajando sobre la configuración de gráficos (vídeo) del videojuego, por ejemplo, pero esto no va a evitar en todos los casos que se produzcan caídas de FPS o problemas mayores. En ordenadores con sistema operativo Windows tenemos la opción, sin descargar ningún tipo de software adicional, de entrar en el Administrador de Tareas para comprobar qué recursos se están consumiendo durante la ejecución de un videojuego. Y ahí, fácilmente, veremos la carga de trabajo de la CPU. ¿Demasiado elevada, y tienes problemas gráficos? Es posible que se esté dando un problema como el que comentábamos.

¿Sólo con la CPU?

El cuello de botella no sólo puede provocarlo la CPU, como es evidente, aunque es uno de los ‘componentes olvidados’. También es muy habitual que los usuarios no presten atención a la unidad de almacenamiento y que se produzca un problema casi idéntico. Siempre es recomendable, cuando se busca el máximo rendimiento, utilizar un SSD. Podemos mantener un disco duro (HDD) para el almacenamiento de archivos, por ejemplo, y utilizar un SSD para elementos clave como la instalación del sistema operativo.

De esta forma, con una configuración de HDD y SSD será como menos dinero tengamos que gastar –por el alto coste de los SSD con más capacidad- y, además, tendremos la máxima velocidad para la gestión de archivos temporales y, en definitiva, todo el sistema operativo. Igualmente, lo que corresponde en estos casos es hacer la instalación de videojuegos directamente en el SSD, de tal forma que todos los archivos y la ejecución de tareas se haga con esta unidad de almacenamiento.

 

Fuente: adslzone