El trazado ya está terminado y activo, con los nuevos 12,8 kilómetros de tramo entre Siétamo y la capital oscense. Se espera que más de 10.000 vehículos se beneficien de esta carretera y se alivie uno de los tramos por los que más coches pasan.

La obra se ha ido alargando por las diferentes complicaciones a las que ha tenido que enfrentarse en estos años. El último tramo, que es el que se inauguró en la jornada de ayer, fue el último en contar con su estudio informativo aprobado, y no tuvo el visto bueno medioambiental hasta 2007. En 2008, con la llegada de la crisis, se paralizó la redacción del proyecto, y no fue hasta una década después, en 2018, cuando las obras se pusieron de nuevo en marcha.

Desde ese año, la ejecución no ha estado exenta de problemas. Problemas técnicos y sobrecostes han sido la nota sonante de una obra cuya inversión final se ha incrementado en más de un 30 %, elevando el coste de este último tramo hasta los 61 millones de euros. Casi nada.

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Esta flamante autovía es clave porque actuará como eje de unión, para conectar de manera más rápida y segura Aragón y Cataluña, al tiempo que enlaza con otras grandes vías como la A-23 (autovía de Mudéjar) y la A-21 (autovía del Pirineo). Esto también hará que el Estrecho Quinto, uno de los puntos más peligrosos y problemáticos de la antigua N-240, pase de tener uno a dos carriles, y los pasos por esa zona sean más fluidos y con un menor riesgo de accidentes.

¿Dónde está la nueva autovía exactamente?

El nuevo tramo de la A-22 discurre entre Siétamo y Huesca capital, con un total de 12,76 kilómetros. De ellos, cuatro corresponden al desdoblamiento de la N-240 y los otros ocho son completamente de nueva construcción. La vía ahora cuenta con dos carriles por sentido y arcenes que llegan a los 2,5 metros en los exteriores y a un metro en los interiores. Además, añade cuatro accesos estratégicos, por Loporzano, Montearagón, Ronda Norte Centro y Ronda Norte Oeste.

El trazado incluye también dos viaductos sobre los ríos Botella y Flumen, necesarios para esquivar y salvar el terreno sin arruinar los cauces naturales. Por otro lado, se han instalado tres radares de velocidad fijos, trasladados desde la antigua N-240 con el fin de reducir los siniestros en la zona. Se pretende que la A-22, además de ser más rápida y fluida, sea también más segura.

Desde que se abrió el primer tramo en 2008, hasta el día de hoy, se han ido dando luz a pequeños segmentos. Algunas localidades como Monzón, Barbastro, Almacelles o Ponzano se han beneficiado, a pesar de que la autovía avanzaba con cuentagotas.

El problema es que lo que ha sucedido con esta autovía es un patrón que se repite en España en muchas de sus infraestructuras. Se alargan con el tiempo, van apareciendo impedimentos y problemas que paralizan el proyecto, los costes aumentan y, como siempre, los perjudicados somos los usuarios que debemos seguir funcionando, como en este caso, con carreteras llenas de coches y atascos que hacen todo un poco más difícil.

 

Fuente: Diario del Alto Aragón | adslzone