Una de las cuestiones más importantes que se hacen los usuarios que se pasan a los vehículos electrificados, llegados de un coche de combustión, es qué podemos esperar de la vida de un coche de estas características. Porque, si tenemos en cuenta que uno de gasolina o diésel tiene una fecha de caducidad que suele rondar los 200/300.000 kilómetros, lo habitual es que sus motores suelan durar en torno a los 15 o 16 años.

Los electrificados tienen mayor vida útil

Pero en el caso del coche eléctrico eso cambia. Y no precisamente para mal, sino para mejor. Así, hasta ahora el mercado se ha regido por unos sistemas de combustión interna que normalmente se sustituían antes de que empezasen a dar problemas y la devaluación castigase en exceso su valor residual.

Hay países como Estados Unidos donde estos coches convencionales, de media, duran unos 11,6 años, mientras que en España la última estadística que hemos encontrado es de 2017 y marca 14,5 años. Una cifra que casi duplica los números de antes de la década del 2010 cuando se cambiaba de coche cada 7 u 8 años.

Y ahí, la vida del motor eléctrico gana considerablemente. Sí, es verdad que la falta de infraestructuras de carga y la autonomía de los vehículos de nueva generación son dos de las principales preocupaciones a la hora de pensar en ellos. Es lógico que se tengan dudas al respecto, más cuando con los de combustión esto no era ningún problema. Pero la realidad es que la infraestructura de estos puntos de carga está creciendo, no todo lo rápido que debería, pero lo hace. Ahora bien, ¿qué tiene que ver esto con la vida útil de un motor eléctrico?

Cuánto dura un motor eléctrico

La prioridad de los fabricantes de este tipo de coches es garantizar por el máximo tiempo posible la batería. No por otro motivo que porque este es el componente más caro del sistema de propulsión. Pero, de igual manera que estas unidades tienen una vida útil limitada (aproximadamente de 8 años, 3.000 ciclos de carga completos) los motores eléctricos no duran tampoco toda la vida útil del propio coche.

Al igual que con estos miles de ciclos de carga de una batería, también lo hacen los motores. El motivo es porque la velocidad de giro es bastante mayor si la llegamos a medir frente a uno de combustión. Aquí, estos llegan a alcanzar fácilmente las 11.000 revoluciones por minuto.

Una gran diferencia en este sentido es que este tipo de propulsores no portan ningún tipo de proceso químico de por medio, y del que basta apretar un botón para tener una elevada potencia. Todo a gole con dosis de golpes de pedal del acelerador. Así, y en unas condiciones normales, estos suelen durar entre 15 o 20 años, aguantando más de 640 mil kilómetros.

Los utilizados son aquellos de inducción de corriente alterna, corriente continua, reluctancia y de síncronos de imán permanente. En particular, lo que mejor vemos de estos es que no precisan aceites o correas de ningún tipo, lo que hace que su mantenimiento tampoco sea tan corto de tiempo ni tan elevado económicamente.

Como todo, siempre pueden existir factores que afecten a la duración y vida útil de estos motores. Entre ellos nos encontramos con la temperatura, la humedad, los cambios de carga de trabajo repentino, instalaciones incorrectas, etc.

Factores que afectan a su extensión

Desde un punto de vista mecánico, los coches eléctricos son mucho más sencillos que los térmicos. Frente a las decenas de piezas móviles que componen un motor de combustión interna, los propulsores eléctricos solo tienen una; además, en la mayoría de casos se prescinde de complejas cajas de cambios.

Esto permite aumentar todavía más la sencillez de estos vehículos. Con esto la vida de un motor eléctrico no tiene por qué sufrir igual que uno de gasolina o diésel, pero sí presentan males comunes. Por ejemplo, la altura. Aquí, los de generaciones anteriores están programados para que, cuando se detecte poca presión, el motor gire a más revoluciones para compensar la falta de aire. Por eso pierden menos potencia en estas circunstancias.

Por el lado contrario, los electrificados tienen este problema, pero a niveles reducidos. Aún sí, tampoco es que estén exentos de ellos. Está claro que estos motores tienen muchas ventajas y suelen ser muy duraderos. Pero como todo, necesita un cuidado y un mantenimiento para que su vida útil sea la adecuada. Un mal uso o un mal mantenimiento del mismo pueden acortar su vida y acabarás teniendo que arreglarlo antes de tiempo.

Temperatura y altitud

Todos los motores son capaces de entregar el 100% de su capacidad cuando operan en condiciones ambientales estándar o poco exigentes. Pero cuando deben funcionar en entornos con temperatura ambiente elevada, así como a altitudes pronunciadas, pueden ver reducidas sus capacidades.

Los fabricantes de motores suelen certificar un rendimiento siempre que no se superen unas determinadas cifras. Las mismas, por norma general, suelen situarse en los 25ºC de temperatura y los 1.000 metros de altitud sobre el nivel del mar. Superados esos valores, el conductor debe tener claro que, muy probablemente, el motor no vaya a rendir al máximo de su capacidad.

En cuanto al rango de temperatura de funcionamiento del motor, relacionado con el calor producido durante su operación, este está íntimamente ligado a otros parámetros, como, por ejemplo, la capacidad de potencia. Exponer el coche a temperaturas muy altas también puede afectar considerablemente a las baterías, haciendo porque su autonomía se vea reducida.

Vibraciones

Los coches eléctricos y sus motores están sujetos a ambientes que no siempre ayudan a sacar todo el rendimiento del vehículo. Lo vemos con la temperatura y la altitud, pero también con efectos secundarios como pueden ser las vibraciones que de alguna forma aparecen sobre el mismo automóvil.

A menudo causadas por la colocación defectuosa del motor, bien por una superficie inestable o irregular, también puede ser debido a la corrosión o desalineación. El problema es que estas vibraciones reducen de forma notable la vida útil del motor eléctrico. Esto, si no se cuida o no se trata correctamente, pueden llevar a averías prematuras del sistema.

Sobrecarga eléctrica

A la hora de crear un coche eléctrico, los fabricantes tienen en cuenta diversos aspectos para asegurar su durabilidad. Uno de ellos tiene que ber con la irregularidad en el suministro de corriente y de tensión. Sobre todo porque una mala relación puede provocar temperaturas de funcionamiento más altas o incluso fallos en el motor.

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Los armónicos de corriente, los transitorios y los desequilibrios de tensión son algunos de los puntos a controlar para asegurar el buen funcionamiento del sistema eléctrico. Aquí, la sobrecarga eléctrica compromete los componentes del motor (aislamiento, acoplamientos, cojinetes…).

Esto hará por disminuir su eficiencia y provocar fallos prematuros.  Un voltaje bajo puede dar como resultado un exceso de corriente en un intento de mantener el par, mientras que un voltaje excesivo también puede sobrecargar el sistema.

Baja resistencia

La causa más común de fallo en la vida de un motor eléctrico, y posiblemente la más difícil de superar, es la baja resistencia. Esta es causada por la degradación del aislamiento debido a condiciones como el sobrecalentamiento, corrosión o daños físicos. Ello conduce a un aislamiento insuficiente entre los conductores del motor, produciendo fugas y cortocircuitos, y eventualmente el fallo del motor.

Para evitar este tipo de fallos, y como una de las recomendaciones más claras que miran desde las marcas, está en que los usuarios de los mismos lo inspeccionen periódicamente para detectar signos de desgaste y reemplazarse antes de que la baja resistencia pueda causar problemas.

 

Fuente: adslzone